martes, 17 de diciembre de 2013

Perdida en medio de la noche


Anoche estaba perdida. Daba vueltas en el medio metro que queda entre su cama y la puerta de su habitación. Del otro lado yo escuchaba su voz, que con dolor le preguntaba a Dios, ¿por qué me pasa esto?, ¿por qué?, ¿por qué?.

Me levanté, toqué la puerta y delante vi un reflejo magnificado de lo que soy. Una mirada perdida y confundida. Jody, Jody, Jody. ¿Qué es esto? ¿Es una casa? ¿Para qué sirve un carro? Algunas cosas son objetos. Los perros no los quiero, ya no los soporto.

Le pregunté si podía hacer algo por ella. Por supuesto que sí, me contestó. Pero no me pidió nada. Solo me veía y su mirada me causaba dolor. ¿Qué podía hacer por ella? De alguna manera entendía lo que pasaba. Lo vi parecido a la ansiedad que a veces siento. Algo me raspó la espalda.

Sabía que sería tonto preguntarle si había tratado dormir. Los bordes de sus ojos profundamente oscuros me decían que había en su cama una angustia que la expulsaba del sueño y la hacía navegar en la turbulencia que era ahora su cabeza.

Quería llorar. Que impotencia, la mía, la del mundo, la de ella. La noche es tan larga a veces, y tan bondadosa para regalar dolor.

Le pregunté por la pastilla que solía tomar para dormir. Me pareció tan egoísta esa pregunta, pero en realidad me preocupaba que se quedara despierta toda la noche con esa angustia, confusión y ansiedad.

Me dijo que luego de años de tomarla a diario, decidió un día suspenderla, sin más. Me asusté. Ella llevaba días deprimida, saltando de una tristeza a otra. ¿Tendrá alguna vinculación el medicamento? No lo sé, pero le sugerí que le preguntará al doctor. Asintió.

Me dijo que se dormiría ya. Me despedí y le dije que podía llamarme por cualquier cosa. Me acosté y escuché que sacó su frasco de medicina. Minutos después regresó a su habitación, lloró y todo se quedó en silencio.

La oscuridad llenó la casa. El silencio acabó con lo que quedaba del día, el mismo día que se repitió durante cada segundo que ella vivía.

La ansiedad es tan triste.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Mariposas (un poema sobre la ilusión)


Hoy siento cientos
de mariposas en mi cuerpo,
mi cuerpo de árbol seco,
mi alma de árbol viejo,
mis ojos de savia fresca.

Hoy siento mariposas
en mis ramas,
cientos de mariposas
floreando mis manos de hiedra,
mis brazos inertes
de rama e insectos.

Hoy siento mi copa verde,
hoy siento fresco el aire muerto.
Hoy tengo miles y miles
de mariposas en el corazón,
(hogar de quien sabe
cuantos animales)
pero hoy,

tu voz de primavera
trajó mariposas a
posar en mi interior.